EL COLEGIO : ADAPTACIONES DE
CLARA
Con la EGB de Clara, ante la
imposibilidad de poder escribir a mano, comencé a hacer las adaptaciones a Word
de sus textos. Curso a curso, página a
página, se lo escaneaba. ¿Te has parado a pensar lo que eso suponía? Ahora que
he tenido tiempo lo he contado: más de 10.000 páginas de Word, entre unas 400 a
600 horas de trabajo al año. GRACIAS A
ESE TRABAJO NUESTRA HIJA PUDO SEGUIR SU EGB CON EFICACIA. Si compraba un ordenador nuevo, un escáner
o una impresora siempre protestabas, te enfadabas, diciendo que despilfarraba
el dinero, aunque lo pagaba con mi dinero. Claro, los 500 y pico € que ponías
al mes para gastos familiares no daban
mucho de sí y tú lo sabias. Nunca preguntaste por la economía familiar, solo
protestabas cuando me quejaba del reparte de gastos.
Por aquella época construí, yo solito
el porche de Villamandos. Yo solito,
durante dos semanas, poniéndome a trabajar a partir de las doce de la mañana –
cuando tú le levantabas- antes había dado el desayuno a los niños, la comida
del día y habíamos hecho las pocas
tareas de repaso que teníamos programadas para el verano. Al sol del a mediodía, abrasándome la
espalda en el tejado, mientras tú protestabas agresivamente diciendo que había
niños, que no hiciera tanto polvo (con un tejado de barro y cañizo, que se desmoronaba a
cada teja que quitaba), con un andamio de caballetes y cajones, jugándome el
tipo, con mucha prisa porque casi todas las tarde amenazaba tormenta, pero lo
hice. Cada vez que se necesitaba algo de material (cemento, tejas, yeso, etc.) y te pedía que fuéramos a por ello- solo tú tenías
carnet de conducir y eras la que usabas el coche familiar (que era mío de antes
de casarnos)- había protestas y reproches “por qué no has sacado el carnet de conducir”,
decías. Y todo por no hacer un viaje a
Villaquejida (3 KM) o a Benavente (18
Km), mientras que yo estaba abrasándome al sol de Julio por hacer el porche que
tú querías.
Ese año, Javier comienza el colegio y
se me añade el llevarle y traerle diariamente. Por las tardes a actividades
extraescolares en la que tu colaboras al
principio, ya que ibas al sindicato, o
donde fuera, le llevabas, pero como ha
pasado siempre, termino haciéndolo yo.
A
propósito de la vida cotidiana. ¿CUANTOS AÑOS, CUANDO YO LES LLEVABA AL COLEGIO
A LAS 8:45 DE LA MAÑANA, TE DABAN EL BESO DE DESPEDIDA ESTANDO TÚ EN LA CAMA? Recuerdo de aquellos años, cuando Javier, muy pequeñito (en 1º de EGB) te daba el beso
de despedida y salíamos a la calle en el invierno de León, algunos días a varios
grados bajo 0 o lloviendo a mares o nevando o con el suelo lleno de hielo
mientras tú continuabas en la cama pudiéndole llevar en coche. En varias
ocasiones tuve que volver a casa a por unos pantalones secos para nuestro hijo
y volvía al colegio para que se cambiara y no estuviera húmedo toda la mañana,
así 4 años. De allí, al colegio de Clara, a ejercer de presidente de la
Asociación de Padres, para regresar a las 11 de la mañana y hacer la casa y la comida. Tú te levantabas las diez, te ibas a la universidad, volvías a las
tres y media, comías, te echabas a la siesta en el sofá, te levantabas, ibas a
tus “guardias” a CC.OO. o de compras y
volvías entre las 7 y 9 de la
noche. Estabas “liberada” por CC.OO.” de tu trabajo habitual y de la
responsabilidad familiar, pienso, y perdonar la ironía.
Tú, poniendo tus 500 € mensuales (entre
el efectivo y las facturas que pagabas) pensabas que tenías todo resuelto. El resto
era tu libertad, tú trabajo sindical, etc. Y realizarte como “mujer”.
Comenzaste a decirme que no me cuidaba,
que cada vez estaba más “dejao”. Y era
verdad. Tú estabas en “tu esplendor sindical” y yo hecho trizas de trabajo y
aislamiento social. Si un día no limpiaba la casa a tú gusto siempre decías: “ limpias por donde pasan los elefantes”, si
limpiaba exquisitamente (hasta por la tarde), me decías: “deja eso, eres un marujón”. Fueron seis años así. Yo, perdí a los amigos,
mi vida social se había deshecho en esta vorágine cotidiana. Cada vez que me
acercaba a ti me rechazabas, ni tan siquiera ese momento tranquilo del día, después de acostar
a los niños, en el que nos sentábamos juntos ante la tele podía hablar, aunque
fuera de los problemas de Clara, de lo que había encontrado que nos pudiera
ayudar en su recuperación. Tú respuesta era: “Calla, ya me lo conaras en otro
momento, yo cuando veo una película quiero verla en silencio”. Y empecé, a esas
horas, a marchar solo al estudio a hacer fichas de Word para Clara o a preparar
páginas Web (La primera página web de un colegio de León fue las del colegio de
Clara y la hice yo), leer prensa digital o leer novela.