martes, 11 de junio de 2013

COMPRAS POR INTERNET


TUS COMPRAS POR INTERNET
Te pasabas casi todos los días una buena parte de la tarde en los portales de compras de internet. Abriste una cuenta en Facebook, después llegaste a tener tres simultáneamente. Yo, solo en un corto espacio de tiempo, figuré como “amigo” en una de ellas. Las otras decías que eran para tus amigos y pertenecían a tú intimidad. Comprabas ropa, cosméticos, cremas “antiarrugas” y sistemas adelgazantes, cazado (38 pares de zapatos te llegué a contar en alguna ocasión), abrigos, vestidos,… de todo, hasta consoladores. Todo pagado con la tarjeta de la cuenta común.


 
 
 
Sin embargo yo, además de poner el dinero que me correspondía en la cuenta común  cuyo destino era los gastos familiares,  pagaba de mi bolsillo los pequeños gastos diarios que se hacían en la panadería, frutería, librería, etc. y que se pagaban en efectivo, entre 100 y 200 € mensuales. Mi ropa, mis zapatos me los pagaba de mi bolsillo, no con la cuenta común, tu no, TE COMPROBAS HASTA CONSOLADORES CON EL DINERO FAMILIAR. Recordarás perfectamente que yo guardaba los tickets de esas pequeñas compras, digo recordarás porque los robaste para eliminar una de las pruebas a mi favor en el juicio de divorcio. ESA ERES TÚ. 

En esa época pensé en preparar  divorcio. Y mi abogado  redactó una demanda basada en los dos aspectos que estaba sufriendo: dejación en la participación en los deberes familiares y los “porros” que sistemáticamente te fumabas todas las noches (Con frecuencia dejabas esa famosa cajita de madera en la que guardabas “tus cosas de fumar” encima de la mesa baja de la sala), la misma demanda que tú dos años después me robaste una copia del  bolsillo de  mi chaqueta  (¿TAMBIEN REGISTRABAS MI ROPA?). Que pocas cosas encontraste.

Con la venta del piso de Benidorm había dinero de nuevo, mi padre me había dicho que usara el que necesitara. Estupendo. De repente dejaste de “tener confianza” en el coche que teníamos, una Berlingo a gasoil con 120.000 Km y cinco  años de antigüedad (un coche fabricado para recorrer 300.000 o más Km) , la que tú usabas a diario para ir a trabajar, para ir a Villamandos los fines de semana, los viajes de vacaciones y poco más.  Como ya no tenías confianza compré un Berlingo Picaso que pague íntegramente yo y la pusimos a nombre de Clara por ahorrar impuestos, decías, ahora es tuyo.



 Ese año saliste muchos fines de semana por la noche. Volvías a las tres, las cuatro y hasta la seis de la mañana alguna vez, después te levantabas a medio día o más tarde. Yo me pasaba la mañana con los niños, hacíamos tareas, la casa, la comida, etc….Tú estabas más suave,  ya no teníamos que esperar para comprar lo que pensábamos que necesitamos; Clara tuvo su primer ordenador portátil, lo pagué yo, y Javier heredó el de Clara.


Nuestros hijos estaban tranquilos y yo disfrutaba de su tranquilidad. Cole, tareas, algún paseo, alguna película, alguna visita al abuelo (Javier sobre todo), libros, las preciosas miniaturas de plastilina que hacia Javier.  A mí, hacía tiempo me habías echado de la habitación definitivamente y vivía en el estudio, siete metros cuadrados en los que viví los dos últimos años de “convivencia” contigo. Yo seguía haciendo mi trabajo habitual, con un horario que me llenaba todo el día, dedicado fundamentalmente al cuidado de mis hijos (digo “mis” porqué la atención que tú les habías prestado durante los últimos diez años era mínima). Tú, como siempre, levantándote a las ocho y media (aprovechando la hora de reducción de jornada que tenías por la discapacidad de Clara para dormir más), desayuno, ducha, curre, ibas a Pilates,  para llegar a las cuatro y media a casa, comías, siestita, y a las seis te tomabas tú café y o salías a recoger algún “paquete”,  llevar a Clara – un día a la semana- a Carriegos o te quedabas para apoyarles en inglés.
¿Cuántas veces me insultaste, cuantas me despreciaste, cuantas decías a Javier y a Clara que yo vivía en un zulo (por el estudio abarrotado en el que no tenía más remedio que vivir) y otras “lindezas” por el estilo? Pero había una diferencia, ya no me afectaban gracias a la terapia que había recibido en Psiteco.  Solo me importaban Javier y Clara y ellos estaban muy bien conmigo.
¡Ah, eso sí! Tenía que terminar la escalera de Villamandos. “Todo lo dejas a medias”, “No terminas nada”, etc., esas eran tus “lindezas”. Pero no decías nada del albañil que la construyó, no señalabas nada de los peldaños, cada uno de una medida diferente en altura y en anchura. Claro, era el marido de una amiga tuya. Los tuve que arreglar yo como pude.  Y también pagar todos los materiales para construir la barandilla. Faltaría más. Yo siempre estaba en positivo. Estaban los niños y ellos, ajenos a lo que sucedía, eran “felices”; al fin y al cabo era lo único que conocían, había pocas discusiones y a mí ya me resbalaban tus críticas. Clara terminaba la EGB y Javier pasaba al tercer ciclo, se enfrentarían el curso siguiente a nuevos contenidos y nuevos conceptos. Clara tenía que empezar a relacionar ideas y sacar conclusiones, Javier comenzaba a enfrentarse con los primeros conceptos. Eran necesarias unas buenas vacaciones.
Nada más terminar el curso nos fuimos a Grecia.  Javier y Clara nunca habían viajado en avión, una nueva experiencia para ellos. Una semana en Creta. Recorrimos prácticamente toda la isla con un coche alquilado, comiendo y cenando casi siempre fuera de casa. Lo pasamos bien, Javier y Clara estaban alucinando con lo que estaban viviendo y estoy seguro que nunca se olvidarán de ello. Era lo que a mí me importaba. Tú, para esas vacaciones pusiste 600 €. ¿Solo costó eso? ¿Cuatro personas, con cuatro vuelos cada una -16 billetes de avión-, comidas,  coche, gasolina, etc. sale solo por 1.200 € en el caso de que yo hubiera puesto otras 600?. Costó más del doble, pero no dije nada. Tú tampoco preguntabas.