NUEVOS
PEDIDOS
A
mí lo único que me interesaba eran mis hijos. Había días que con solo acompañar
a Javier a al colegio y a las actividades extraescolares suponían más de 8 km
caminando sin que en ni una ocasión te ofrecieras a llevarle en coche, además
del resto de ocupaciones: casa, comidas, compras en el super, apoyo a las
tareas de Clara y Javier, … esa vida cotidiana que durante tantos años había
sido mi vida, que me había agotado social y psicológicamente y que estuvo a
punto de eliminarme. En esa época se intensificaba la llegada pedidos hechos
por internet, todos pagados desde la cuenta común, familiar, con abrigos,
zapatos, camisetas, etc. Y después de protestar
porque hacías tus compras personales con el dinero familiar cambiaste de
estrategia. Comenzaste a decir que eran
para Clara, se las probabas, la quedaban exageradamente grandes, te las
probabas tú y te quedaban bien. Decías, “Bueno, cuando crezca un poco más las
podrá usar”. En una ocasión Javier me comento al oído: “No sé cuándo Clara
crecerá tanto” Y nos echamos a reír.
Bueno,
seguías comprando con el dinero familiar “consoladores”, “vaselinas sexuales”, “bolas
chinas”, “espirales decorativas” para los pechos y demás artilugios. También lo
supe en tiempo real, en tú precipitación por esconder esos objetos parte de los envases quedaron debajo de la
cama y que aparecieron al pasar la mopa. Así me enteré de tu nuevo pedido de objetos
sexuales. Ves que fácil. ¡También callé!.
Empezaba a aparecer tú verdadero rostro, aunque en esos momentos todavía
mantenías la aparente compostura de una persona normal. ¿Te acuerdas de estas
fotos?
Del resto no tengo imágenes, es una pena porque las espirales
“decorativas” para los pechos hubierán quedado muy bien.
A pesar de todo esto, de
un nuevo viaje a ver a tú “amiga” en Estella,
el mes de diciembre transcurrió relativamente tranquilo. Yo aproveche
para terminar de escanear los libros de Clara y como en todas las vacaciones de
navidad para avanzar en las adaptaciones de sus temas. Empecé con ella a hacer
esquemas conceptuales para generar razonamientos a partir de ellos, en
definitiva a enseñarla los procedimientos intelectuales necesarios para su
nuevo nivel educativo. Con Javier no había muchos problemas, siempre ha sido un
niño brillante. Nunca entendiste, en esta última fase de nuestra relación, que mi único interés eran Javier, Clara y yo mismo, intentando
recuperar mi círculo de amistades y reafirmar mi propia manera de ser para que
no me volviera a suceder lo que me había pasado.
Pasaba
todas las mañanas atendiendo a la casa y todas las tardes a nuestros hijos en
todo menos en inglés (Aunque también, sin conocer el idioma, hacia las fichas
para que Clara pudiera trabajar en el colegio) y por las noches sacaba a Zeta y
me quedaba un rato en la Corrala Extremeña hablando con gente tan “extraña”
como Eduardo (policía municipal), José María (médico de familia), otro Eduardo
(antropólogo y profesor de la universidad), Francisco (catedrático de la
universidad y competidor, en las últimas elecciones a rector), José (agricultor
de la zona de Vegas del Condado), Javi (el dueño del bar) y mucha más personas todas, según tú y tu desbaratada
cabeza, muy “raros”. Por la noche, en
casa, estaba un rato chateando con mis amigos a través de mi única cuenta de
Facebook. No con tres cuentas y además SMS en Hotmail y no sé cuántas cuentas
de correo. Vaya lio que tenías, ¿Por qué?
Tú
seguías con tus cuentas de Facebook, con tus conversaciones con Carlos Rivas a
través del chat, con tus “porritos” o “algo más” por las noches, con tus compras por internet
que ya no las llevaban a casa y pasabas a recogerlos a un kiosco de la calle
de San Mames, con tus pastillas,
antidepresivos decías que eran, etc. Yo dormía
en el estudio, abarrotado de papeles, libros, ropa, abrigos, etc. TODO “NORMAL”,
MENOS TU CABEZA QUE EMPEZABA A PERFILAR UN PLAN. COMENZABA UN ACOSO MAS
DIRECTO.
En diciembre todavía estabas relajada
Por lo menos eso es lo que expresabas en tu correspondencia con Marta Cabezas.
¿Te acuerdas de ese correo del 8 de Diciembre en el que decías “Pues bebamos
vino y rompamos copas virtuales, querida. Y por qué hostias somos fieles si lo
que queremos es ser infieles? Seguiremos hablando. Besitos de buenas noches.
Gracias por estar y más besos”.
A
pesar de todo, las Navidades discurrieron con relativa “normalidad”. Los
desprecios eran constantes, pero ya estaba acostumbrado y blindado gracias al
psicólogo. Los niños estaban un poco asustados aunque el ambiente navideño
minimizaba sus sensaciones negativas. Los regalos fueron buenos. Yo te regalé
una cámara fotográfica de 450 € y tú a mí un bolso de 90. Como siempre, tu
generosidad por delante. Tú tenías vacaciones de navidad pero tenías que ir
algún día a trabajar (¿?) , bueno, ya sabemos cómo son las
administraciones públicas y lo imprescindibles que son los funcionarios para
que este país funcione. Ya. No sé si era verdad y me daba lo mismo.
De
ese momento recuerdo cuando una mañana Javier me comentó alarmado que el día anterior, al recogerle
del curso de gravado al que asistía por
las tardes, tú le habías dicho que ibas a vivir con otro chico. El me lo contó,
en un momento en el que tú no estabas en casa, con mucho miedo, muy preocupado,
cogiéndome la mano y arrancando la promesa que nunca te lo diría. Nunca lo he
dicho hasta este momento en el que es necesario tirar de la careta de la
hipocresía. Lo tengo grabado. En aquel momento pensé que era tu amigo músico de
Estella que “estaba en una situación familiar similar”, así lo expresabas en
esa carta que enviaste a tu amiga Marta. Eso me hizo reimprimir aquel borrador
divorcio que hacía casi dos años había escrito
mi abogado para revisarlo y tal vez, en función de cómo fueran las cosas,
usarlo. Paciencia, lo único que quería eran a mis hijos. Tú ya no importabas
nada, podías hacer las tonterías que quisiera. Estaba blindado, sabía quién
eras.
A
mediados de enero, las espadas ya estaban en alto. Tú estabas continuamente
pidiéndome el divorcio. Yo te decía que no, por dos razones, la primera por
nuestros hijos. Te decía que hicieras lo que quisieras, que te fueras con los
amantes que desearas, que lo único que me importaban eran esos dos niños que yo
les había criado a tiempo completo, con
todas tus ausencias personales, sindicales y de cualquier tipo, y lo quería
seguir haciendo, ellos eran mi vida y no estaba dispuesto a renunciar a ellos.
Todavía se me saltan lágrimas recordando los sentimientos de angustia que me
abordaban en esos momentos con solo pensar que me iban a faltar esos dos niños
que habían llenado mi vida durante trece años. La segunda porque nuestra
economía no nos permitía mantener tres casas. Tú, y era tuya aunque la había
reparado yo, tenías la casa de Villamandos, yo no. Había invertido todo mi
dinero en el piso familiar y en los arreglos de tú casa de Villamandos, mis
ingresos no daban para mantener un apartamento por pequeño que fuera al mismo
tiempo que la mitad de los gastos el piso “familiar”. Llegue a proponerte,
sabiendo a lo que me arriesgaba, que aceptaría esas condiciones si el piso en
el proceso de separación lo poníamos a nombre de los niños. Tampoco aceptaste.
¿Qué pretendías?