martes, 11 de junio de 2013

NUEVOS PEDIDOS


NUEVOS PEDIDOS
A mí lo único que me interesaba eran mis hijos. Había días que con solo acompañar a Javier a al colegio y a las actividades extraescolares suponían más de 8 km caminando sin que en ni una ocasión te ofrecieras a llevarle en coche, además del resto de ocupaciones: casa, comidas, compras en el super, apoyo a las tareas de Clara y Javier, … esa vida cotidiana que durante tantos años había sido mi vida, que me había agotado social y psicológicamente y que estuvo a punto de eliminarme. En esa época se intensificaba la llegada pedidos hechos por internet, todos pagados desde la cuenta común, familiar, con abrigos, zapatos, camisetas, etc. Y después de protestar  porque hacías tus compras personales con el dinero familiar cambiaste de estrategia.  Comenzaste a decir que eran para Clara, se las probabas, la quedaban exageradamente grandes, te las probabas tú y te quedaban bien. Decías, “Bueno, cuando crezca un poco más las podrá usar”. En una ocasión Javier me comento al oído: “No sé cuándo Clara crecerá tanto”   Y nos echamos a reír.
Bueno, seguías  comprando con el dinero familiar “consoladores”, “vaselinas sexuales”, “bolas chinas”, “espirales decorativas” para los pechos y demás artilugios. También lo supe en tiempo real, en tú precipitación por esconder esos objetos  parte de los envases quedaron debajo de la cama y que aparecieron al pasar la mopa. Así me enteré de tu nuevo pedido de objetos sexuales. Ves que fácil. ¡También callé!.  Empezaba a aparecer tú verdadero rostro, aunque en esos momentos todavía mantenías la aparente compostura de una persona normal. ¿Te acuerdas de estas fotos?
 
Del resto no tengo imágenes, es una pena porque las espirales “decorativas” para los pechos hubierán quedado muy bien.
             A pesar de todo esto, de un nuevo viaje a ver a tú “amiga” en Estella,  el mes de diciembre transcurrió relativamente tranquilo. Yo aproveche para terminar de escanear los libros de Clara y como en todas las vacaciones de navidad para avanzar en las adaptaciones de sus temas. Empecé con ella a hacer esquemas conceptuales para generar razonamientos a partir de ellos, en definitiva a enseñarla los procedimientos intelectuales necesarios para su nuevo nivel educativo. Con Javier no había muchos problemas, siempre ha sido un niño brillante. Nunca entendiste, en esta última fase de nuestra relación,  que mi único interés eran  Javier, Clara y yo mismo, intentando recuperar mi círculo de amistades y reafirmar mi propia manera de ser para que no me volviera a suceder lo que me había pasado.  
Pasaba todas las mañanas atendiendo a la casa y todas las tardes a nuestros hijos en todo menos en inglés (Aunque también, sin conocer el idioma, hacia las fichas para que Clara pudiera trabajar en el colegio) y por las noches sacaba a Zeta y me quedaba un rato en la Corrala Extremeña hablando con gente tan “extraña” como Eduardo (policía municipal), José María (médico de familia), otro Eduardo (antropólogo y profesor de la universidad), Francisco (catedrático de la universidad y competidor, en las últimas elecciones a rector), José (agricultor de la zona de Vegas del Condado), Javi (el dueño del bar)  y mucha más personas todas, según tú y tu desbaratada cabeza,  muy “raros”. Por la noche, en casa, estaba un rato chateando con mis amigos a través de mi única cuenta de Facebook. No con tres cuentas y además SMS en Hotmail y no sé cuántas cuentas de correo. Vaya lio que tenías, ¿Por qué?
Tú seguías con tus cuentas de Facebook, con tus conversaciones con Carlos Rivas a través del chat, con tus “porritos” o “algo más”  por las noches, con tus compras por internet que ya no las llevaban a casa y pasabas a recogerlos a un kiosco de la calle de  San Mames, con tus pastillas, antidepresivos decías que eran,  etc. Yo dormía en el estudio, abarrotado de papeles, libros, ropa, abrigos, etc. TODO “NORMAL”, MENOS TU CABEZA QUE EMPEZABA A PERFILAR UN PLAN. COMENZABA UN ACOSO MAS DIRECTO.  
         En diciembre todavía estabas relajada Por lo menos eso es lo que expresabas en tu correspondencia con Marta Cabezas. ¿Te acuerdas de ese correo del 8 de Diciembre en el que decías “Pues bebamos vino y rompamos copas virtuales, querida. Y por qué hostias somos fieles si lo que queremos es ser infieles? Seguiremos hablando. Besitos de buenas noches. Gracias por estar y más besos”.
     A pesar de todo, las Navidades discurrieron con relativa “normalidad”. Los desprecios eran constantes, pero ya estaba acostumbrado y blindado gracias al psicólogo. Los niños estaban un poco asustados aunque el ambiente navideño minimizaba sus sensaciones negativas. Los regalos fueron buenos. Yo te regalé una cámara fotográfica de 450 € y tú a mí un bolso de 90. Como siempre, tu generosidad por delante. Tú tenías vacaciones de navidad pero tenías que ir algún día a trabajar  (¿?)  , bueno, ya sabemos cómo son las administraciones públicas y lo imprescindibles que son los funcionarios para que este país funcione. Ya. No sé si era verdad y me daba lo mismo.
De ese momento recuerdo cuando una mañana Javier me comentó  alarmado que el día anterior, al recogerle del  curso de gravado al que asistía por las tardes, tú le habías dicho que ibas a vivir con otro chico. El me lo contó, en un momento en el que tú no estabas en casa, con mucho miedo, muy preocupado, cogiéndome la mano y arrancando la promesa que nunca te lo diría. Nunca lo he dicho hasta este momento en el que es necesario tirar de la careta de la hipocresía. Lo tengo grabado. En aquel momento pensé que era tu amigo músico de Estella que “estaba en una situación familiar similar”, así lo expresabas en esa carta que enviaste a tu amiga Marta. Eso me hizo reimprimir aquel borrador divorcio que hacía  casi dos años había escrito mi abogado para revisarlo y tal vez, en función de cómo fueran las cosas, usarlo. Paciencia, lo único que quería eran a mis hijos. Tú ya no importabas nada, podías hacer las tonterías que quisiera. Estaba blindado, sabía quién eras.
                 A mediados de enero, las espadas ya estaban en alto. Tú estabas continuamente pidiéndome el divorcio. Yo te decía que no, por dos razones, la primera por nuestros hijos. Te decía que hicieras lo que quisieras, que te fueras con los amantes que desearas, que lo único que me importaban eran esos dos niños que yo les había criado a tiempo completo,  con todas tus ausencias personales, sindicales y de cualquier tipo, y lo quería seguir haciendo, ellos eran mi vida y no estaba dispuesto a renunciar a ellos. Todavía se me saltan lágrimas recordando los sentimientos de angustia que me abordaban en esos momentos con solo pensar que me iban a faltar esos dos niños que habían llenado mi vida durante trece años. La segunda porque nuestra economía no nos permitía mantener tres casas. Tú, y era tuya aunque la había reparado yo, tenías la casa de Villamandos, yo no. Había invertido todo mi dinero en el piso familiar y en los arreglos de tú casa de Villamandos, mis ingresos no daban para mantener un apartamento por pequeño que fuera al mismo tiempo que la mitad de los gastos el piso “familiar”. Llegue a proponerte, sabiendo a lo que me arriesgaba, que aceptaría esas condiciones si el piso en el proceso de separación lo poníamos a nombre de los niños. Tampoco aceptaste. ¿Qué pretendías?