Ese verano se hundió el techo de
Villamandos, de tú casa. Lo reparé yo, pagué yo el material para arreglarlo,
estaba tú madre con nosotros. Tú me exigías que no hiciera polvo de una forma
precisamente “no amable”. No te jode, dos toneladas de escombros entre pajizo
y barro, sacado a cestos y brazo, poner
madera nueva, el onduline, y teja. Colgado en una mísera escalera y jugándome
el tipo. Te propuse que volvieras a León con Clara, pero tú trajiste a tu madre para ayudar. Pobre
mujer. Cada vez que tú me embroncabas ella sonreía y se marchaba de la “escena”.
Ese año fuimos de vacaciones una semana a Oviedo, en una residencia universitaria
muy cercana a un hospital. Fue el primer chapuzón de Clara en el mar. y en un
descuido tuyo, cayó de bruces sobre la arena y estuvo así unos instantes sin
que tú te dieras cuenta, la habías puesto en la silla sin atarla y ella no
podía moverse por su espasticidad muscular.
NACIMIENTO DE JAVIER
Estábamos muy unidos, Clara nos encogía
el corazón. Pensamos en sus dificultades en el futuro y decidimos tener otro
hijo. Quedaste embarazada en Mayo del 2000. Antibióticos entró en expediente de
regulación de empleo que me incluía. Yo
te propuse en casarnos para que en un contexto problemático tuvieras tú y
nuestros hijos el máximo margen de seguridad desde el punto de vista legal.
Nos casamos en Julio. Clara asistió a nuestra boda y tú ya estabas embarazada
de Javier.
Al final del año compramos el piso de
Padre Risco con el dinero restante de la
venta del mío anterior, con una diferencia, que el anterior era solo mío
y este pagado con mi dinero. El piso costó 12.000.000 de pts. de los cuales 6.400.000 los
pagué yo entre lo que entregué en negro y amortización. Dejamos 2.000.000 para
futuras reformas.
El embarazo de Javier estaba muy
controlado y no había riesgos. Yo ya estaba prejubilado forzoso. Pongo el parquet flotante
en toda la casa. Nunca había hecho eso. Sev, tu sobrino, cobrando, se lo
merecía y yo, duarte una semana, trabajamos a destajo para que después de
navidad (para el nacimiento de Javier) estuviera la casa reformada Tú y
Clara os fuisteis a vivir con tú madre.
Cambiamos las ventanas. Cambiamos todas
las puertas de la casa. Estuvimos trabajando hasta unos días antes de su
nacimiento, en plenas navidades, lo pagamos con lo que nos sobraba de la
petición del crédito hipotecario para la compra del piso.
UN SECRETO BIEN
GUARDADO.
Nace Javier y comienza una nueva etapa en
nuestra vida y en nuestra relación, fue
el punto de inflexión. Fueron tiempos de rosas y espinas. Con el nacimiento de
Javier y Clara con sus problemas no podíamos relacionarnos mucho y Asun , tú
amiga y vecina, venia mucho por casa . Como el recuerdo más garbados fue la noche en la que tú, tomando una
cerveza en casa, dijiste a Asún, (nosotros casi no salíamos y Asun subía de vez
en cuando acompañarnos) y a mí, que no habías contado al ginecólogo los de tus dos abortos provocados anteriores
al embarazo de Clara, uno a los 18 o 19 años, que te ayudó tu hermano a
pagarlo, creo que en Portugal, del otro
no has contado nada, excepto que fue en Londres.
Cuando nació Clara me informé de los posibles motivos de las
disfunciones del cuello uterino, era el diagnóstico, consultando a dos médicos amigos que tú conoces, su
opinión fue la misma: el traumatismo.
Habíamos echado, ambos, la culpa a tú ginecólogo y
él no tenía ninguna responsabilidad. Si le hubieras informado
correctamente Clara, tal vez no hubiese
nacido a los cinco meses de embarazo y ahora tendríamos un ser sin
deficiencias.
Te reproche no haber dicho a tú ginecólogo “lo de
los abortos anteriores”. Tú respuesta
fue: “Es intimidad de la mujer” . Y mi contestación, lleno de indignación fue algo así : “que no
hay intimidad cuando se está jugando con la vida de una persona, y menos la de
un hijo”. Discutimos bastante, con Asun
presente, ella te defendía, tú llorabas. Me marche de la sala mientras tú y
Asun os fumabais unos porros. Me fui a la habitación de Clara, dormía
serenamente, pensé en su futuro y los
esfuerzos que yo estaba haciendo por ella. Lloré hasta vomitar. Creo que fue la
primera vez que dormí en el suelo de la habitación de Clara, agotado por el
llanto. Mientras que resonaba en mi cabeza esas palabras tuyas, de cuando
éramos “novios” y yo estaba en plena
batalla política y sindical: “hay que ser
más frívolos”. Todavía ahora al escribir estos recuerdos no puedo contener
las lágrimas y la rabia por la frivolidad y el egoísmo.
Pasamos unas semanas tensas. Pero había que
suavizarlo. Había niños a sacar adelante y dos casa que terminar de pagar. Tú seguías con tu
aportación de 200 € al mes, pagando la hipoteca de la casa de Villamandos (que
era tuya y solo tuya), la electricidad y los gastos de comunidad, yo la
hipoteca del piso de León, que era de los dos, más el resto de los gastos de la
vida familiar. No me llegaba el sueldo pero a ti te daba lo mismo; disfrutabas
de tu nueva condición de liberada (promocionada por mi crédito sindical) y todo
lo demás te daba lo mismo.