HOSPITALIZACIÓN DE MARINO Y ACOSOS.
Yo me quedé con mi padre hasta que le dejaron
instalado en el Hospital de la Regla. Tú recogiste a los niños les diste de comer la comida que
ya había dejado preparada. Y ahí comienza tu mejor oportunidad. Yo tenía dos
frentes, mi padre muy enfermo y atender a mis hijos. Tú sabiendo mi situación tenías gran oportunidad para “vencerme” y una gran
“asesoras”, tu abogada”. Marisa Losada Castañe, una persona sin escrúpulos, una
de las abogadas más canallas que he conocido en mi vida, un ser cuyo único
interés es ganar, engañando, mintiendo, conspirando, (esta es la primera vez
que utilizo este lenguaje). Marisa Losada, si nuestro sistema judicial fuera
justo tendría que estar en la cárcel por modificación de informes de salud en
procesos judiciales. ¿Te modifico el tuyo como consumidora de drogas? ¿Miento,
o vamos a un correo electrónico de fechas posteriores, cuando al juez José
enrique García Presa le solicitasteis un informe de salud mío te escribe
diciendo que le va a hacer su cuñada? . Me pregunto cuántas veces esta corrupta
ha usado ese procedimiento tan “familiar” sobre todo sabiendo que se dedica a divorcios.
Marisa, eres una
delincuente con licencia. Esto es ilegal. Perdón por perder la temporalización
del relato. Continúo en su momento. Enero del 2012.
A
partir de ese momento me esperaba un calvario.
Con mi padre en hospital gravemente enfermo, tú conspirando e intentando
provocarme de mil maneras para que todo terminara en un incidente de violencia
de género y con la necesidad de que mis hijos pasarán este memento con la
máxima normalidad para que el drama que les rodeaba les influyeran lo mínimo
posible. Fueron dos meses de tremenda crueldad, de un acoso indescriptible que
en la medida de lo posible iré desgranado en este relato con la certeza de que
con mi escasa pericia en el uso del lenguaje se quedará corta su descripción.
Ana,
recordarás cual era mí día a día. Llevaba a los niños al colegio, hacía la casa
(“por encima”, según tú) y la comida. A
las once u once y medía iba al hospital para estar con mi padre hasta la una,
hora de la comida, le daba la comida, regresaba a recoger a Javier a la salida
del cole (a las dos de la tarde), le daba la comida, a las tres recogía a
Clara, comía, después de un descanso de media hora me ponía con ellos a hacer
las tareas, dos días a la semana a las cuatro y media de la tarde llevaba a
Javier a lucha leonesa, regresaba para apoyar a Clara durante media hora, volvía
a recoger a Javier, una vez en casa continuaba apoyándoles con las tareas de
ambos, les daba la merienda, continuábamos los tres hasta terminar los deberes
del colegio. A las siete y medía regresaba al hospital, daba la cena a mi padre
y al principio de su enfermedad regresaba a casa hacia las diez de la noche.
Después cuando se agravó su enfermedad me quedaba a dormir con él.
El
mes de febrero fue para ti un mes de conspiraciones, de difusión de mentiras,
de difamaciones, de menosprecios, de
robo de documentación, de las pocas joyas de oro que mi padre había pedido que
se las guardáramos, de acoso hasta límites insospechados. Tú pensabas que tenía
un “rollo” con Rosa, pues no, nunca tuve con esa chica más relación que una
profunda amistad. Y además, ¿Qué tendría de extraño cuando tú seguías
manteniendo tu relación con el “holandés errante”, cuando tenías “las palabras
más tiernas” (son tus propias palabras) con
Carlos Rivas.
Yo
te había admitido como “amiga” en mi página de Facebook a través de una de tus
cuentas (recuerdo que tenías otras dos), no tenía nada que ocultar. Pero para
ti tenía otra “utilidad”: vigilabas, controlabas lo que subía y podías acosar a
mis amigos, eso durante horas de trabajo. De hecho lo hiciste continuamente. Te
metías en mis conversaciones, injerías, con mis amigos, sobre todo con Rosa
Gallego, amiga y solo amiga. No soportabas que yo estuviera abriendo el campo de concentración en el que
había vivido y que me había llevado al suicidio. Yo seguía haciendo “todo lo de
casa”. Hasta estos pequeños momentos de relación y conversación con otras
personas te molestaban tanto que no las podías admitir. Celosa, llena de
recelos, no soportabas que pudiera hacer
nuevos amigos aunque solo fuera por internet.
Acosabas
también, a Rosa. ¿Qué derecho tenías a meterte con alguien al que no conoces?
Hay
que estar enferma o ser una verdadera hija de puta llena de cinismo e
hipocresía para hacer estas intervenciones. Mi relación con Rosa Gallego eran
públicas, “destapadas”, no ocultaba nada porque no había nada que ocultar. A
veces nos habíamos visto para intercambiar libros o para a tomar un café en la
“Corrala Extremeña”, el bar al que estaba al lado de nuestra casa, al que yo
iba todas las noches para charlar con mis amigos, al que estaban muchos de
nuestros vecinos. Piensas, acaso, que si fuera mi amante la llevaría allí,
a la vista de todos. Lo haría como tú, a
escondidas, en otra ciudad o en otro sitio más “reservado” con la complicidad
de tu amiga de Estella.
En
estos momentos tengo una duda razonable, es posible que ya quisieras el
divorcio por los planes que tenías y mucho más teniendo en cuenta lo que habías
contado a Javier un mes antes, cuando le traías de clase de garbado, y estabas
poniendo en marcha todo un plan para quedarte con el piso, comprado con el
dinero de mi anterior piso, la casa de Villamandos, solo tuya pero pagada a
medias, el coche, pagado solo por mí y lo que más me duele, mis hijos a los que
había, y seguía en estos momentos, cuidando prácticamente solo. Era un plan
para espoliarme. Y pensado bien a esa intención también responde el resto de tu
comportamiento, esa impresionante batería de acosos, desprecios, mentiras a
conocidos comunes, buscando de forma descarada una agresión física que me
hiciera perder toda posibilidad. Hasta en un par de ocasiones me levantaste el
puño de forma amenazadora cuando me negaba a admitir un divorcio sino era con
la condición de que el piso quedara a nombre de Javier y Clara.
¿Te
acuerdas lo que hacías? Te acuerdas cuando me robaste el móvil y lo llevaste a
la Universidad para mirar mensajes, direcciones teléfonos…. Y el ordenador,
otro día. ¿Para qué? Para que esos amigos tuyos informáticos y medio hacker lo
abrieran? ¿Encontraron algo que no fueran muchas fotografías de nuestros hijos,
material docente y algo de informática y de técnicas de estudio? Tú, en ese final
de enero y febrero del 2012, casi no
dormías. Le pasa a mucha gente. Se llama “mono”.
Algunas
noches no las pasaba con mi padre en el hospital. El agotamiento, físico y
psíquico por la situación que estaba pasando me quedaba a dormir en casa, sin las injerencias de las enfermeras para
cambiarle el suero o aplicarle la medicación, aunque fuese en el estrecho sofá
del estudio. Esa noches eran para ti una oportunidad para agredirme de mil
maneras, hacías ruido continuamente desde la cocina que estaba, pared con pared
con el estudio, a veces cuando pasabas por el pasillo golpeabas la puerta o la
abrías bruscamente. Varías noches, sobre
todo si estaban muy frías, abrías las ventanas de la terraza a la que daba la
ventana del estudio para que me entrara el frio de la helada. En otra ocasión,
cuando me levanté a las siete de la mañana para preparar el desayuno a los
niños, tú dormías, me encontré el mantel de la mesa de la cocina totalmente
escrito con la palabra “MONEY”.
Un
detalle. ¿Alguien distingue tu letra?
Estabas
obsesionada con el dinero. Eso era lo único que te preocupaba, lo único que siempre
te preocupo: el dinero y el sexo. Tus hijos eran otra cosa, de hecho durante
muchos años nunca fueron el centro de tu preocupación a no ser para decir que
estabas preocupada por ellos mientras te pasabas las tardes de compras, al
ordenador o en reuniones sindicales. La preocupación se demuestra con
dedicación, no de charloteo con las amigas. Hoy, a un año de aquellos momentos,
sigue siendo lo mismo: pura apariencia, frivolidad.