martes, 11 de junio de 2013

HOSPITALIZACIÓN DE MARINO


HOSPITALIZACIÓN DE MARINO Y ACOSOS.

Yo  me quedé con mi padre hasta que le dejaron instalado en el Hospital de la Regla. Tú recogiste  a los niños les diste de comer la comida que ya había dejado preparada. Y ahí comienza tu mejor oportunidad. Yo tenía dos frentes, mi padre muy enfermo y atender a mis hijos. Tú sabiendo mi  situación tenías  gran oportunidad para “vencerme” y una gran “asesoras”, tu abogada”. Marisa Losada Castañe, una persona sin escrúpulos, una de las abogadas más canallas que he conocido en mi vida, un ser cuyo único interés es ganar, engañando, mintiendo, conspirando, (esta es la primera vez que utilizo este lenguaje). Marisa Losada, si nuestro sistema judicial fuera justo tendría que estar en la cárcel por modificación de informes de salud en procesos judiciales. ¿Te modifico el tuyo como consumidora de drogas? ¿Miento, o vamos a un correo electrónico de fechas posteriores, cuando al juez José enrique García Presa le solicitasteis un informe de salud mío te escribe diciendo que le va a hacer su cuñada? . Me pregunto cuántas veces esta corrupta ha usado ese procedimiento tan “familiar” sobre todo sabiendo  que se dedica a divorcios.




Marisa, eres una delincuente con licencia. Esto es ilegal. Perdón por perder la temporalización del relato. Continúo en su momento. Enero del 2012.

A partir de ese momento me esperaba un calvario.  Con mi padre en hospital gravemente enfermo, tú conspirando e intentando provocarme de mil maneras para que todo terminara en un incidente de violencia de género y con la necesidad de que mis hijos pasarán este memento con la máxima normalidad para que el drama que les rodeaba les influyeran lo mínimo posible. Fueron dos meses de tremenda crueldad, de un acoso indescriptible que en la medida de lo posible iré desgranado en este relato con la certeza de que con mi escasa pericia en el uso del lenguaje se quedará corta su descripción.

Ana, recordarás cual era mí día a día. Llevaba a los niños al colegio, hacía la casa (“por encima”, según tú) y  la comida. A las once u once y medía iba al hospital para estar con mi padre hasta la una, hora de la comida, le daba la comida, regresaba a recoger a Javier a la salida del cole (a las dos de la tarde), le daba la comida, a las tres recogía a Clara, comía, después de un descanso de media hora me ponía con ellos a hacer las tareas, dos días a la semana a las cuatro y media de la tarde llevaba a Javier a lucha leonesa, regresaba para apoyar a Clara durante media hora, volvía a recoger a Javier, una vez en casa continuaba apoyándoles con las tareas de ambos, les daba la merienda, continuábamos los tres hasta terminar los deberes del colegio. A las siete y medía regresaba al hospital, daba la cena a mi padre y al principio de su enfermedad regresaba a casa hacia las diez de la noche. Después cuando se agravó su enfermedad me quedaba a dormir con él.

El mes de febrero fue para ti un mes de conspiraciones, de difusión de mentiras, de difamaciones, de menosprecios,  de robo de documentación, de las pocas joyas de oro que mi padre había pedido que se las guardáramos, de acoso hasta límites insospechados. Tú pensabas que tenía un “rollo” con Rosa, pues no, nunca tuve con esa chica más relación que una profunda amistad. Y además, ¿Qué tendría de extraño cuando tú seguías manteniendo tu relación con el “holandés errante”, cuando tenías “las palabras más tiernas” (son tus propias palabras) con  Carlos Rivas.

Yo te había admitido como “amiga” en mi página de Facebook a través de una de tus cuentas (recuerdo que tenías otras dos), no tenía nada que ocultar. Pero para ti tenía otra “utilidad”: vigilabas, controlabas lo que subía y podías acosar a mis amigos, eso durante horas de trabajo. De hecho lo hiciste continuamente. Te metías en mis conversaciones, injerías, con mis amigos, sobre todo con Rosa Gallego, amiga y solo amiga. No soportabas que yo estuviera  abriendo el campo de concentración en el que había vivido y que me había llevado al suicidio. Yo seguía haciendo “todo lo de casa”. Hasta estos pequeños momentos de relación y conversación con otras personas te molestaban tanto que no las podías admitir. Celosa, llena de recelos,  no soportabas que pudiera hacer nuevos amigos aunque solo fuera por internet.

Acosabas también, a Rosa. ¿Qué derecho tenías a meterte con alguien al que no conoces?

 O directamente a mí.

 
         Recuerdo en estos momentos el intento de “fuga” a Argentina para el reencuentro con Carlos Rivas y tú ligue con el “holandés” de Estella,  que conociste en tus viajes para visitar a tú amiga, y con el que seguías manteniendo contacto a través de otra cuenta de Facebook, que algunas de las pantallas que quedaban capturadas en el control parental y nunca se me ocurrió acosarte ni intervenir. La educación, el respeto.

Hay que estar enferma o ser una verdadera hija de puta llena de cinismo e hipocresía para hacer estas intervenciones. Mi relación con Rosa Gallego eran públicas, “destapadas”, no ocultaba nada porque no había nada que ocultar. A veces nos habíamos visto para intercambiar libros o para a tomar un café en la “Corrala Extremeña”, el bar al que estaba al lado de nuestra casa, al que yo iba todas las noches para charlar con mis amigos, al que estaban muchos de nuestros vecinos. Piensas, acaso, que si fuera mi amante la llevaría allí, a  la vista de todos. Lo haría como tú, a escondidas, en otra ciudad o en otro sitio más “reservado” con la complicidad de tu amiga de Estella.

En estos momentos tengo una duda razonable, es posible que ya quisieras el divorcio por los planes que tenías y mucho más teniendo en cuenta lo que habías contado a Javier un mes antes, cuando le traías de clase de garbado, y estabas poniendo en marcha todo un plan para quedarte con el piso, comprado con el dinero de mi anterior piso, la casa de Villamandos, solo tuya pero pagada a medias, el coche, pagado solo por mí y lo que más me duele, mis hijos a los que había, y seguía en estos momentos, cuidando prácticamente solo. Era un plan para espoliarme.  Y pensado bien a  esa intención también responde el resto de tu comportamiento, esa impresionante batería de acosos, desprecios, mentiras a conocidos comunes, buscando de forma descarada una agresión física que me hiciera perder toda posibilidad. Hasta en un par de ocasiones me levantaste el puño de forma amenazadora cuando me negaba a admitir un divorcio sino era con la condición de que el piso quedara a nombre de Javier y Clara.

¿Te acuerdas lo que hacías? Te acuerdas cuando me robaste el móvil y lo llevaste a la Universidad para mirar mensajes, direcciones teléfonos…. Y el ordenador, otro día. ¿Para qué? Para que esos amigos tuyos informáticos y medio hacker lo abrieran? ¿Encontraron algo que no fueran muchas fotografías de nuestros hijos, material docente y algo de informática y de técnicas de estudio? Tú, en ese final de enero y febrero del  2012, casi no dormías. Le pasa a mucha gente. Se llama “mono”.

Algunas noches no las pasaba con mi padre en el hospital. El agotamiento, físico y psíquico por la situación que estaba pasando me quedaba a dormir en casa,  sin las injerencias de las enfermeras para cambiarle el suero o aplicarle la medicación, aunque fuese en el estrecho sofá del estudio. Esa noches eran para ti una oportunidad para agredirme de mil maneras, hacías ruido continuamente desde la cocina que estaba, pared con pared con el estudio, a veces cuando pasabas por el pasillo golpeabas la puerta o la abrías bruscamente.  Varías noches, sobre todo si estaban muy frías, abrías las ventanas de la terraza a la que daba la ventana del estudio para que me entrara el frio de la helada. En otra ocasión, cuando me levanté a las siete de la mañana para preparar el desayuno a los niños, tú dormías, me encontré el mantel de la mesa de la cocina totalmente escrito con la palabra “MONEY”.

Un detalle.  ¿Alguien distingue tu letra?


Estabas obsesionada con el dinero. Eso era lo único que te preocupaba, lo único que siempre te preocupo: el dinero y el sexo. Tus hijos eran otra cosa, de hecho durante muchos años nunca fueron el centro de tu preocupación a no ser para decir que estabas preocupada por ellos mientras te pasabas las tardes de compras, al ordenador o en reuniones sindicales. La preocupación se demuestra con dedicación, no de charloteo con las amigas. Hoy, a un año de aquellos momentos, sigue siendo lo mismo: pura apariencia, frivolidad.