martes, 11 de junio de 2013

LA VIDA COTIDINA.


LA VIDA COTIDINA.




         En el momento que tú intentabas el reencuentro con tu antiguo amante, Clara tenía 8 años , estaba en el momento más dulce y encantadora que recuerdo, con sus dificultades motóricas  resueltas en una parte importante, su gran capacidad de lectura, sus primeros cuentos escritos. Yo, inventándome todos los días un capitulo nuevo  del payaso Kiko (recuerdas eso)  y como siempre: levantándome a las 5 de la mañana,  trabajando la primera página web de la Federación Provincial de Asociaciones de Padres y Madres de Alumnos (FAPALEON)  y los materiales escolares de Clara (te recuerdo que ese año contabilice el tiempo empleado en la preparación de los materiales escolares y eran 580 horas en ese curso- 3º de EGB-) ,  levantando a los niños a las 8, dándoles el desayuno, llevando a Clara al autobús, regresar recoger a Javier (siempre te daban el beso de despedida estando tú en la cama , claro, estabas liberada), llevándole al cole, coger el autobús, ir al CP. Antonio Valbuena, atender a la asociación de padres hasta las diez, coger el autobús de regreso a casa, hacer la casa, hacer la comida, hacer alguna compra, recoger a Javier, recoger a Clara, algunos días la esperábamos en La Corrala, tomando yo un corto y un mosto Javier (era una espera de diez escasos minutos) Les daba la comida y descansábamos los tres un poco. Tú llegabas a las tres y media o las cuatro, comías, te echabas a la siesta en el sofá. Nosotros nos poníamos a las cuatro, cuatro y media a hacer tareas, dos días a la semana llevaba a Javier a Teatro (es un gran actor)  a las 5, volvía a casa, trabajaba con Clara media hora, volvía a recoger a Javier. Tú varios días a la semana marchabas porque tenías reuniones o guardias en el sindicato, otros días de compras,  otras veces (más tarde)  llevabas  a Clara a montar a caballo a la Fundación Carriegos. Les daba la merienda, y hacíamos tareas hasta que se terminaban. A las ocho preparaba la cena para todos- a las nueve tú ya habías llegado, cenábamos y les acostábamos.

En total 14 o 15 horas diarias.  Cuando los niños estaban en la cama nosotros nos poníamos a ver la TV.  En silencio, no podía comentar nada porqué a ti te gastaba mucho el “cine” y no se podía hablar.  Siempre elegías tú la película o programa. Tú te hacías un porro  porqué te relajaba  (al principio, después, cuando  recogía la sala en el cenicero había varias colillas de “cigarrillos” hechos a mano además de las de “camel”). Y TÚ PREPARANDO UN  VIAJE PARA VER A TÚ ANTIGUO AMANTE.

VUELTA A LA ECONÓMIA.

Fue ese año cuando te insistía que el dinero que ponías para la familia era muy escaso y que no te amenace de no volver  a hacerte la  comida, yo empecé a sustituir la comida de a mediodía por un bocadillo de “cualquier cosa”. Llevaba años completando  el  presupuesto familiar, obras, reformas, etc.,  con crédito personal y estaba llegando a su límite. Estaba muy enfadado y agotado.  Había perdido a mis amigos  (los compañeros de Antibióticos se reunían  a comer todos los jueves, yo nunca podía ir.  Las cenas de Genarín – un jueves al mes - casi nunca asistía y en el barrio no tenía amistades personales. Mi económica estaba agotada a pesar de que mi único gasto  personal era el tabaco.  Han sido siete años en esa situación. Cuando me negué a hacerte la comida tú reaccionaste y un día me dijiste después de hacer muchas cuentas : “A partir de ahora ponemos cada uno 1.100 € y tiene que llegar”. Fue un alivio, empecé a no empeñarme, aunque seguía el problema de la deuda acumulada. Habían sido siete años con muchos gastos especiales. Eso sí, SE PAGABA DE LOS GASTOS COMUNES LA HIPOTECA DE LA CASA DE VILLAMANDOS QUE ERA EXCLUSIVAMENTE  TUYA. OSEA QUE DE LOS 1100 QUE TÚ PONIAS HABIA QUE RESTAR 300 DE LA HIPOTECA DE VILLAMANDOS.  TU PONIAS 800 €.  DESPUES TAMBIEN LO QUE TÚ GASTABAS EN INTERNET, PARA TI, QUE ALGUNOS MESES PASABA DE LOS  300 €  COMO DEMOSTRARÉ CUANDO LLEGUE EL MOMENTO.

         Me criticabas por qué no me compraba ropa,  qué  mi aspecto era “descuidado”. Si un día no me afeitaba decías que cada vez estaba más viejo, me llamabas de todo. Que no cuidaba mis manos, agrietadas y callosas por las obras interminables de la reforma de Villamandos y León. Dejé el AMPA del C.P. Antonio Valbuena por falta de tiempo, Dejé  FAPALEÓN; en el VII Congreso en el que comunique mi decisión de no seguir hubo varias intervenciones felicitándome y me despidieron con un aplauso.


Y MAS REFORMAS…. ESTA VEZ EN LEÓN.

Para las interminables reformas, yo compraba las herramientas, yo compraba los materiales.  Lijé el gotelé  del pasillo del piso de León, Lo hice por las mañanas, a ratos, sacando tiempo de mi sueño para preparar materiales de Clara y la comida del día y así tener un par de horas para trabajar en el pasillo,  hacía las habitaciones rápido, aspiraba el polvo, quemé dos aspiradores que pague yo,  tuve que comprar  varios  tipos de lijadoras que también pagué yo. Limpiaba  sin detalle, decías  (al día siguiente había que seguir lijando) ¿Una semana hasta así hasta  que se terminó todo? Quedó regular.

         Tu hermano había hecho algo parecido en la sala de la casa de tu madre y lo habían hecho en un fin de semana y había quedado mejor, me lo reprochabas continuamente, decías: “Voy a contratar a alguien que lo haga “, pero nunca lo hacías.  Me reprochabas haber tardado tanto. Una tarde de esa semana dijiste: “Esto está lleno de polvo, no hay quien esté aquí”. Y te fuiste, pero dejaste a los niños haciendo sus tareas conmigo. ¿A ellos no les afectaba ese polvo que tanto te molestaba a ti?  En esta época nunca dijiste  algo positivo sobre mí, si no todo lo contrario.  Tus desprecios hacia mi llegaron a límites insospechados, cuando por la calle o en algún lugar, nos encontrábamos con algún amigo tuyo presentabas a Javier y a Clara, de mí no decías nada.  En más de una ocasión me comentaste que yo te daba vergüenza.  Harto de tus reproches, respecto a la limpieza de la casa, te dije que lo normal es que si uno de nosotros había tenido algún despiste en la limpieza o en algún aspecto del cuidado de la casa familiar, el que se diera cuenta,  que lo hiciera. Y comenzaste a limpiar sobre limpio. Si un día hacia limpiezas de baños, tú ibas detrás, limpiando de nuevo, porque según tú no estaba bien. Pronto te cansaste pronto, menos mal, porque lo llevaba muy mal.  Yo era, te acuerdas aquella noche en la que en barrio húmedo me llamaste,  Pepito Grillo y viejo cascarrabias. Y claro, querías separarte. Seguías,  como siempre, con tú vida ajena  a la atención que necesitaba nuestra familia.  Cuando estabas en casa te pasabas horas en mi  ordenador chateando, buscando cosméticos, camisetas, zapatos, etc. mientras que yo daba apoyo a Clara y atendía a Javier en sus tareas.

         Decidiste reformar tu  casa de Villamandos.  El tejado se caía y todos los años había que retocarlos para evitar goteras, lo retocaba yo.  Renegociaste la hipoteca con Caja España para repararlo pero  no te la daban si no firmaba yo. No lo entendía. La casa era tuya y solo tuya. Y yo tenía que comprometerme con lo que tenía para que te concedieran el préstamo.  A mí nunca me habían puesto ninguna dificultad ningún  banco para darme lo que necesitaba  (la verdad nunca fue mucho y siempre poseía bastante más de lo que pedía), pero a ti por lo visto no. Firmé.

La obra la hizo tú hermano Antonio. El tejado en vez de recto como los de nuestros vecinos lo dejó con  forma de pagoda japonesa. Los cierres con los muros los aprovechó para que ventilara la casa, ósea, sin cerrar. Nunca, ni en los momentos más trágicos me ha faltado el sentido del humor, en algunas discusiones  comunes lo habrás comprobado. A ti te enervaba. Los huecos entre el tejado y la fachada los cerré yo. 



MARINO


         En el 2007 tuvimos que ir a por Marino a Benidord  porque estaba  muy enfermo y ninguna de mis dos hermanas quería hacerse cargo de él. Tú condujiste  para traerle. Gracias. Estuvo viviendo con nosotros una semana, insististe que le buscara una residencia. La busque y como él no quería molestanos no hubo necesidad de convencerle. Entró en la Residencia Care,  estuvo unos meses pero no se sentía bien y terminó en SANYRES.  El precio era más del doble de lo que cobraba como pensión (1.100 €), el resto lo pagaba con sus ahorros.  A ti se te ocurrió realquilar el piso de Benidord de mi padre  para vacaciones. Esa Semana Santa fuimos nosotros a preparar el piso, su estado era bastante lamentable. Lo limpie yo, mientras, tú ibas a la playa con los niños,  y de paso, claro, hacia la comida, la compra y la casa. Como siempre. También compraba todo. Si cenábamos fuera, también pagaba yo.  Pero cuando se llega a final de mes y se acaba el dinero común, hay que…. llegar a final de mes con dinero que ponía yo. (bueno los tiques de caja – que guardaba- los robaste como otras muchas cosas cuando comenzó nuestra separación). Ese verano, el piso se alquiló una semana en todo el verano. Después lo usó tu familia, Betty y Paco y tu madre, creo recordar.

                  Yo seguía en una rutina agotadora,  a veces me sentía sin aliento, acabado. Ya no tenía relación con nadie a excepción de mis hijos y tu desprecio. Javier estaba muy celoso por la dedicación a Clara que necesitaba más apoyo.  Mucho cariño y muchas explicaciones resolvieron el problema.  Mis hijos me  llenaban, no me importaban tus desprecios,  seguía metiéndome día a día, paso a paso,  en un agotamiento del que no veía salida. Un poco de lectura era todo lo que me evadía. No tenía dinero, ni ganas de salir. Ya no conocía a nadie al que pudiera llamar para salir. Tú si salías mucho.  Yo tenía a Clara y a Javier, no me importaba más.

Perdiste la liberación pero tenías una hora de reducción de jornada por la discapacidad de Clara,  no la pediste a mediodía, con lo que podrías comer en familia, sino a primera hora,  de ocho a nueve de la mañana, así te quedabas dormías  hasta las ocho y media. Yo seguía llevando a los dos niños al cole, hiciera como hiciera, con lluvia, con nieve, con viento, te daba lo mismo. Ellos te seguían dando el beso en la cama o en bata, mientras que desayunabas. Javier y yo nos abrigábamos, cogíamos nuestros paraguas y salíamos a la calle con al viento, lluvia o la nieve para ir al cole, hablando de cualquier cosa. Para él era normal  lo que estaba sucediendo, no había conocido otra cosa.  Para mí, no.